En una audiencia del Congreso norteamericano que prometía arrojar luz sobre los denominados fenómenos aéreos no identificados (UAP), la congresista Lauren Boebert desató una verdadera tormenta mediática al plantear una pregunta que sonó a guion de película de ciencia ficción: "¿Podrían existir bases de OVNIs en las profundidades de nuestros océanos?".

Lo que vino después fue un torrente de especulaciones en redes sociales, memes y titulares apocalípticos asegurando que gobiernos de varios países (entre ellos el de Estados Unidos) ocultaban pruebas de tecnología alienígena sumergida. Sin embargo, los expertos citados por la Cámara de Representantes no tardaron en enfriar la euforia:

• Contralmirante (retirado) Tim Gallaudet, ex subsecretario de Asuntos Oceánicos del Departamento de Defensa, explicó que no hay ni un mínimo indicio ni dato sonarográfico ni fotográfico que apunte a estructuras artificiales o naves extraterrestres en las profundidades marinas.
• Luis Elizondo, antiguo funcionario del Pentágono a cargo del programa UAP, ratificó que todos los avistamientos e incidentes documentados (ya sean en el aire o cerca de la superficie del mar) cuentan con explicaciones convencionales: globos meteorológicos, drones experimentales, aves migratorias o fenómenos atmosféricos atípicos.

Para bajar definitivamente el termómetro, la portavoz del Pentágono Susan Gough subrayó tras la sesión: "No existen pruebas creíbles de tecnología o actividad extraterrestre en nuestro planeta, bajo el agua ni en el aire".

A pesar de este desmentido oficial, los titulares sensacionalistas ya circulan con fuerza y los grupos conspirativos prometen “investigaciones propias” para “desenmascarar la verdad submarina”.

Lo cierto es que, por ahora, la única “evidencia” de bases alienígenas bajo el mar se limita a gritos digitales y retuits virales. ¿Seguirá la investigación oficial o quedará todo en otro capítulo de ciencia ficción política? Sólo el tiempo (y algún que otro sonar) lo dirá.