Historia | 12/11
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Cuando Perón abrió la puerta al evangelismo: la historia detrás de Tommy Hicks y la fe que incomodó al Vaticano
El peronismo y el catolicismo, una enemistad con historia.
En 1954, un episodio poco recordado marcó un antes y un después en la relación entre el peronismo, la religión y la fe popular. Juan Domingo Perón, entonces presidente de la Nación, recibió en audiencia al evangelista estadounidense Tommy Hicks, quien llegaba a la Argentina con la intención de predicar y realizar campañas de sanidad espiritual.
¿Cómo se masificaron las iglesias evangélicas en Argentina? ¿Fue la CIA? ¿O fue Perón? ?
— Mauricio Vera?? (@maurici0vera) November 3, 2025
De @lodedavi para #CabaretVoltaire ? pic.twitter.com/O9AM0U2nos
Aquella reunión, que culminó con la autorización para utilizar los estadios de Atlanta y Huracán, dio inicio a uno de los acontecimientos más singulares de la historia religiosa del país.
Hasta ese momento, el evangelismo tenía escasa visibilidad pública en la Argentina. Las iglesias protestantes existían desde el Siglo XIX, pero carecían de acceso a medios de comunicación, espacios masivos o legitimidad social frente al predominio absoluto de la Iglesia Católica.
La campaña de Hicks, apoyada tácitamente por el gobierno peronista, rompió esa barrera: miles de personas asistieron a los encuentros, atraídas por los testimonios de curaciones y la prédica entusiasta del pastor norteamericano.
Las crónicas de la época, sobre todo en medios evangélicos, describen multitudes que desbordaban los estadios y miles de conversiones. Aunque los historiadores señalan que las cifras suelen estar exageradas, coinciden en que la llegada de Hicks marcó un punto de inflexión.
Por primera vez, el evangelismo se mostraba en público con el visto bueno del Estado, algo que generó fuerte malestar en la jerarquía católica, que comenzó a ver con preocupación la apertura religiosa del peronismo.
Lejos de promover una política religiosa a favor del evangelismo, Perón vio en aquel movimiento un gesto de libertad y una herramienta para tensar su vínculo con la Iglesia Católica, que ya se encontraba en crisis.
Lo cierto es que aquella campaña de 1954 dejó huella: abrió un espacio que el protestantismo argentino aprovecharía en las décadas siguientes, y mostró que, en un país históricamente católico, el poder político podía jugar sus cartas también en el terreno de la fe.
