Política | 26/05

Internacional

El chavismo exhibe su desgaste en Venezuela: abstención histórica en unas elecciones carentes de legitimidad

Nicolás Maduro se llevó una victoria, pero con sabor amargo.

La jornada electoral en Venezuela ha dejado al descubierto, una vez más, el profundo rechazo ciudadano al régimen chavista. Con una participación que apenas rozó el 15 por ciento del padrón, según encuestadoras independientes, las urnas mostraron casi tantos votos nulos como voluntades de respaldar a un proceso montado para garantizar la continuidad del poder de Nicolás Maduro.

Desde tempranas horas de la mañana, los centros de votación lucieron desolados. A pesar de las reiteradas exhortaciones del oficialismo y de movilizaciones organizadas por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), las colas permanecieron vacías y los cuadernos electorales casi sin sellar. El llamado al boicot de la oposición (liderado por figuras como María Corina Machado) fue masivo y efectivo: la población rechazó de plano semejante pantomima democrática.

El chavismo, incapaz de generar confianza, recurrió a maniobras atípicas para maquillar resultados: la inclusión de 50 escaños adicionales bajo la dudosa categoría de “lista nacional” y la creación de un diputado simbólico para el Esequibo, territorio bajo reclamación internacional. Expertos constitucionalistas advierten que estas artimañas violan de forma flagrante el artículo 186 de la Carta Magna, diseñado para garantizar la transparencia y la proporcionalidad en la representación parlamentaria.

Sorprendió, sin embargo, la decisión del ex gobernador Henrique Capriles de participar (en un gesto que muchos opositores califican de concesión al régimen), en un escenario donde las reglas del juego estaban amañadas de antemano. Su presencia en las mesas electorales no logró mejorar la paupérrima concurrencia: ni siquiera el consenso de un sector opositor pudo disimular el rechazo masivo al chavismo.

Tras emitir su voto entre un puñado de simpatizantes, Maduro aprovechó para anunciar “reformas profundas” al sistema electoral y a la Constitución, que presentarían en enero de 2026. Bajo la máscara de “circuitos comunales”, el oficialismo pretende minar aún más el derecho al sufragio universal, instaurando mecanismos que emulen el modelo cubano y neutralicen cualquier atisbo de oposición real.

En definitiva, lo ocurrido este 25 de mayo revela con crudeza la soledad política de un proyecto agotado. La abstención no fue un accidente: es el grito silencioso de un pueblo que ya no cree en las urnas y que exige, con su ausencia, el fin de un régimen que ha transformado la democracia en un teatro de sombras.

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