Curiosidades | 06/02

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Teorías conspirativas: peligros y desinformación en la era digital

Las teorías conspirativas ya no son solo para personas ignorantes, y su construcción y difusión representan un peligro para la democracia.

YouTube ha anunciado recientemente cambios en sus algoritmos para reducir la recomendación de vídeos de teorías conspirativas. Por su parte, Facebook ha contratado a Newtraly y Maldita.es para combatir las noticias falsas en su plataforma, mientras que la agencia France Presse ampliará su acuerdo de verificación con Facebook a España.

La BBC ha decidido vetar a los negacionistas en sus debates, evitando dar voz a posturas contrarias al consenso científico. Además, Netflix ha documentado el crecimiento de los terraplanistas en el documental “La tierra es plana”. Estas acciones reflejan la creciente preocupación y los esfuerzos por abordar los fenómenos de conspiración y desinformación en diferentes plataformas y medios de comunicación.

Según Chris French, en una entrevista con BBC News, las teorías conspirativas trascienden las diferencias de clase social, género y edad, y se basan en la falsa premisa de que ambos lados de un debate científico, social o político tienen la misma validez. Además, estas teorías tienen la capacidad narrativa de crear patrones regulares, lo que las hace atractivas para muchas personas.

En la actualidad, parece que el poder de las conspiraciones se ha acelerado, con ideas tóxicas cada vez más comunes sobre élites que controlan el mundo o planes delirantes relacionados con migrantes de origen musulmán que reciben supuestas ayudas gubernamentales.

Las teorías conspirativas ya no son solo para personas ignorantes, y su construcción y difusión representan un peligro para la democracia. Ejemplos como la comunidad Qanon demuestran cómo se infiltran en movimientos extremistas y alteran la dirección política.

Utilizan tácticas como combinar hashtags conspirativos con temas populares en las redes para distorsionar la percepción pública. Debemos tomar en serio la desinformación y fiscalizar las acciones de las grandes plataformas, como YouTube, que aún no aclara cómo abordará el contenido conspirativo en sus regulaciones.

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