En pleno foro de AmCham Summit, Cristian Ritondo y Rodrigo De Loredo sorprendieron a propios y extraños al enviarle un claro mensaje al presidente Javier Milei: su espacio político no está en venta.

Con la contundencia que los caracteriza, Ritondo, jefe de Propuesta Republicana (PRO) en provincia de Buenos Aires, arrancó sus declaraciones desmintiendo cualquier rumor de transfugo: "No vamos a colgarnos del libertarismo ni a ceder nuestras estructuras por un puñado de cargos. No somos refuerzos gratis".

A continuación, adelantó la propuesta central: un frente electoral PRO–LLA para "vencer al peronismo" en la provincia de Buenos Aires, pero sin que ninguno de los 2 termine diluyéndose en el otro.

Por su parte, Rodrigo De Loredo, referente de la Unión Cívica Radical (UCR) en la Cámara de Diputados, se sumó al planteo con un argumento de realpolitik: "Sabemos que La Libertad Avanza (LLA) tendrá un buen desempeño en octubre, pero las reformas necesitan sustentabilidad parlamentaria. No se trata de fundir bloques, sino de soldar una coalición entre los estabilizadores no justicialistas, con un programa claro y respetando la identidad de cada fuerza".

El mensaje, lanzado de forma coordinada, busca despejar expectativas de fichajes masivos hacia el mileísmo y, al mismo tiempo, tender un puente para futuras alianzas. Según ambos dirigentes, la sociedad reclama consistencia: "Quieren vernos trabajar juntos, pero sin sacrificar quiénes somos ni nuestra historia", acotó Ritondo.

Con este planteo, el PRO y la UCR intentan marcar agenda y conquistar un espacio moderado en el peronismo disidente, aprovechando la figura disruptiva de Milei sin convertirse en meros satélites de su proyecto. El desafío está planteado: ¿lograrán sellar ese frente sin dejar heridos en el camino, o las ambiciones de poder terminarán erosionando el propósito de unidad? De Loredo y Ritondo ya avisaron que no están dispuestos a ceder terreno.

Mientras tanto, en la Casa Rosada observan con atención: la propuesta de un "frente con identidad propia" podría servir de modelo para sumar apoyos, o bien dejar al oficialismo más aislado si no logra flexibilidad. Lo cierto es que, por primera vez, la alianza antiperonista parece cimentarse sin que nadie se comprometa a perder la propia bandera.