
Opinión | 17/04
Análisis
El casino financiero al servicio del capital especulativo
Argentina es una vez más, el paraíso de los especuladores financieros.

Por Luciano Barroso
Bajo una fachada de disciplina fiscal y "libertad económica", el país sigue siendo el casino pero con buena fortuna donde el capital extranjero entra y sale con ganancias exorbitantes, mientras la economía real (la del trabajo, la producción y el consumo) se desangra lentamente.
Lejos de ser un fenómeno nuevo, este modelo de valorización financiera tiene nombres y apellidos en la historia más reciente en la Argentina: Mauricio Macri, Luis Caputo y ahora Javier Milei.
El famoso "carry trade" es el juego preferido en esta timba. Se trata de una estrategia financiera en la que los inversores traen dólares, los cambian por pesos, invierten en instrumentos de deuda de corto plazo con altísimas tasas de interés (como los bonos en pesos o pases del Banco Central) y luego convierten sus ganancias nuevamente a dólares para retirarse, en general, sin pagar impuestos y con un colchón de utilidades que en cualquier otro país del mundo sería impensado.
¿Quién paga ese costo? El Estado argentino, es decir, todos nosotros.
Esta operatoria no sólo está permitida, sino promovida por gobiernos que se jactan de ser "pro mercado" pero que en la práctica se comportan como empleados del sistema financiero global. Mauricio Macri, durante su mandato, abrió las puertas a una deuda externa desenfrenada que financió este juego sin control.
Su ministro de Finanzas, Luis Caputo (con experiencia directa en fondos especulativos que en su nombre se denominan "inversores golondrinas") fue el arquitecto de esa estructura financiera de fuga de capitales. Hoy, vuelve a escena como una de las mentes detrás del actual plan económico.
Javier Milei, que se presenta como un outsider y un enemigo del "establishment político", ha profundizado esta lógica con un programa de ajuste brutal que favorece la renta financiera por sobre cualquier forma de producción o trabajo. Su discurso libertario ha sido funcional para disfrazar un modelo donde los únicos verdaderamente libres son los capitales extranjeros que entran y salen del país con total impunidad.
Los resultados están a la vista: el dólar oficial planchado artificialmente para garantizar la ganancia de los especuladores; una tasa de interés real altísima que ahoga a las pymes y desalienta el consumo; y una brecha cambiaria que sigue siendo funcional para la bicicleta financiera. En paralelo, los salarios pierden contra la inflación, la pobreza aumenta y la industria nacional se achica.
Argentina no sólo permite la fuga de capitales, la premia. Mientras se exige "sacrificio" al ciudadano común, se garantiza rentabilidad a los fondos buitre. El blindaje mediático ayuda a consolidar esta idea de que el ajuste es inevitable, que no hay otra salida, cuando en realidad se está eligiendo un modelo que beneficia a una minoría ínfima a costa del empobrecimiento de la mayoría.
Es interesante observar cómo esta lógica financiera va acompañada de un relato antipolítica. Milei demoniza al Estado, a los impuestos, a los trabajadores organizados, pero guarda silencio frente a los privilegios del sistema financiero. El mercado, para él, no es un espacio de competencia sino un altar donde se sacrifican los derechos sociales en nombre de la eficiencia.
El casino financiero necesita reglas claras: libre movilidad de capitales, seguridad jurídica para los inversores, tipo de cambio controlado y deuda para financiar la timba. Todo eso lo está ofreciendo hoy Argentina. La pregunta es: ¿cuánto más puede sostenerse esta estafa sin consecuencias estructurales devastadoras?
La historia económica reciente demuestra que este modelo es insostenible. Ya lo vivimos con la tablita de José Alfredo Martínez de Hoz, con la convertibilidad de Cavallo y con la bicicleta de Macri. Siempre termina igual: colapso financiero, devaluación, crisis social y más concentración de la riqueza. La diferencia, esta vez, es que se está haciendo con un nivel de cinismo pocas veces visto.
Argentina no necesita ser un casino. Tiene recursos, talento, capacidad productiva. Pero para cambiar el rumbo hace falta voluntad política y una idea de país que ponga en el centro el trabajo y el desarrollo, no la especulación. Mientras eso no ocurra, seguirán ganando los de siempre, con el aval entusiasta de los mismos de siempre.
