
Política | Ayer
Exclusivo
Mucha fuerza y poco acuerdo: la pugna peronista en la Segunda Sección Electoral bonaerense
Fuerza Patria se empieza a ubicar dentro de la "rosca".

La eterna promesa de la unidad peronista vuelve a chocar con las ambiciones sectoriales en la Segunda Sección Electoral bonaerense. Mientras los grandes referentes del espacio se ufanan de librar "la más grande y épica lucha" por consolidar un frente común, la realidad demuestra que las listas ya están armadas y los reproches a la orden del día.
Unidad Popular al grito de guerra
La agrupación Unidad Popular (calificada internamente como "los carapintadas") no esperó para tomar la posta en esta pulseada: equipados con símbolos de guerra y emulando la mística de Corazón valiente, convocaron "a la ambulancia" para "levantar heridos" tras la fractura interna.
Su nómina seccional arranca con Antonio Navarro, secretario general de la CTA Autónoma regional Pergamino, seguido por un massista de pura cepa (algunos señalan a Jorge Solmi o a "Ratito") y "Scherloc", referente de Libres del Sur.
Además, fuentes cercanas al ministro Walter Correa aseguran que buscan incorporar a un poderoso dirigente de la 13 Agrupación. "Esto no es un paseo: vinimos a dar batalla y que se note la fuerza de la gente", confiesa un militante de pura militancia.
La lista local: equilibrio y revancha
En el plano municipal, la conducción quedó en manos de un massista vinculado a la Federación Agraria, de apellido Campos, acompañado por Eugenia Mengarelli, referente de la CTA Autónoma y Unidad Popular.
Mengarelli llega con “cuenta pendiente”: en la elección anterior le bajaron una lista, y hoy aspira a recuperar terreno. A su lado, la incorporación de un polémico “hombre de medios”, apodado “Memo” (radical, empresario de prensa y supuesto candidato del “negro”) genera debate: él mismo exigiría ocupar el primer lugar.
Sin unidad y con mucha rosca
A pocos meses de las elecciones, el peronismo de la Segunda Sección exhibe más fuerza que consenso. La “rosca” de siempre parece imponerse sobre cualquier llamado a la cohesión, y el grito de “venganza” sigue resonando en las oficinas partidarias.
Con listas armadas y egos inflados, la gran épica lucha por la unidad se torna, una vez más, en un ida y vuelta de ajustes de cuentas y pactos fragmentados.
“La unidad es el objetivo, pero cada uno quiere llegar primero a la foto”, resume un dirigente de vieja guardia.
La verdadera prueba llegará en las urnas: entonces sabremos si la fuerza (y la guerra) se traducen en votos o en un nuevo fracaso por consenso.
