
Economía | Ayer
Análisis
¿Por qué las empresas que innovan en contextos adversos lideran el futuro?
Innovar no requiere condiciones ideales, sino visión, compromiso y claridad de propósito.

En América Latina, innovar no puede seguir siendo un plan de contingencia ni un privilegio para épocas de estabilidad. En un escenario atravesado por la incertidumbre, las empresas enfrentan el desafío de seguir creciendo en medio de una economía estancada y cada vez más competitiva.

El problema no es nuevo, de acuerdo con el Banco Mundial, mientras el promedio mundial de inversión en investigación y desarrollo (I+D) se ubica en torno al 2,3 por ciento del PBI, la región destina apenas un 0,62. Esa diferencia refleja una falta estructural que afecta directamente la capacidad de innovación.
Las cifras hablan por sí solas. Según el mismo informe, se estima que el 83 por ciento de la brecha de desarrollo entre América Latina y países como Japón, Suecia o España se explica por la adopción lenta y parcial de nuevas tecnologías. Esta resistencia o dificultad para innovar impacta en la productividad, en la generación de empleo de calidad y en la competitividad a largo plazo. De hecho, la previsión de crecimiento para 2025 en América Latina es de apenas el 2,1, una de las más bajas del mundo, lo que evidencia que seguir haciendo lo mismo ya no alcanza.
En este contexto, pensar en innovación como un lujo o un gasto es una trampa peligrosa. Innovar es una decisión estratégica que puede marcar la diferencia entre sobrevivir o liderar. Así lo plantea Santiago Urrizola, CEO de Flux IT: “Innovar en escenarios complejos no es solo posible: es imprescindible”. La innovación no es solo tecnología: es un cambio de mentalidad, de estructura y de procesos. Implica liderar distinto, pensar el trabajo de forma flexible y poner a las personas en el centro de cada solución.
Las empresas no necesitan grandes presupuestos para innovar, sino visión y voluntad. Se puede innovar desde lo organizacional, con liderazgos horizontales y culturas que fomenten la colaboración. También desde lo procesal, digitalizando tareas, automatizando operaciones o adoptando metodologías ágiles. Y por supuesto, desde el producto: repensando servicios con foco en la experiencia del cliente, lanzando versiones mínimas viables o incorporando mejoras continuas basadas en datos. Innovar no siempre es disruptivo, pero sí debe ser constante y coherente con el propósito.
La mayoría de los países de América Latina falla no solo en invertir, sino en crear las capacidades complementarias para que esa inversión rinda frutos. Sin gestión moderna, sin liderazgo alineado y sin infraestructura tecnológica, incluso las políticas de fomento más ambiciosas se diluyen. En lugar de recortar en tecnología, desarrollo o talento, las organizaciones deben enfocarse en fortalecer su base: personas preparadas, estructuras dinámicas y estrategias sostenidas.
En momentos adversos, la innovación es más necesaria que nunca. No para tener más ideas, sino para transformar las que ya existen en soluciones efectivas. Una pyme puede comenzar digitalizando su facturación o rediseñando la experiencia de postventa. Una gran empresa puede co-crear con sus clientes, abrir espacios internos para la experimentación o medir el impacto de sus procesos con mayor precisión. Cada acción que rompe con lo tradicional ya es un paso hacia la transformación.
“La falta de innovación en la región no es solo una causa del estancamiento: es también una de sus consecuencias. Por eso, las empresas que hoy se atreven a innovar no están gastando: están invirtiendo en su futuro. Porque mientras unas postergan decisiones esperando “mejores tiempos”, otras están creando las condiciones para ser protagonistas del cambio. Y en ese camino, la innovación no es un lujo. Es la estrategia”, concluyeron desde Flux IT.
