En 2016, el ala juvenil del partido liberal sueco, Liberal Youth of Sweden, generó un fuerte debate al aprobar una moción que proponía permitir que las personas dispusieran de su cuerpo después de la muerte, incluso para fines sexuales, siempre que existiera un supuesto consentimiento previo del fallecido.

La propuesta, liderada por Cecilia Johnsson, presidente de distrito del grupo juvenil, afirmaba que cada individuo debería tener derecho a decidir sobre su cuerpo tras su fallecimiento, incluyendo la posibilidad de cederlo a otra persona para actos sexuales. La moción desató críticas inmediatas tanto dentro como fuera del partido, y fue ampliamente rechazada por los miembros mayores de la organización política.

Expertos legales y organizaciones de derechos humanos señalaron que la propuesta era inviable, ya que las leyes suecas y la mayoría de los países europeos prohíben explícitamente la necrofilia, considerándola un delito grave.

A pesar de la polémica, la moción no se convirtió en un proyecto de ley y nunca llegó al parlamento sueco, limitándose a un debate interno dentro de la juventud liberal. Sin embargo, la noticia circuló globalmente y fue interpretada erróneamente por algunos medios como si un diputado en ejercicio hubiera intentado legalizar la necrofilia, lo que generó confusión y alarma.

La polémica refleja la tensión entre debates sobre autonomía individual y los límites éticos y legales que la sociedad impone sobre la disposición del cuerpo tras la muerte, un tema que sigue siendo tabú y altamente sensible en la mayoría de los países.